Septiembre: “Las vírgenes suicidas”

Año 1993. Jeffrey Eugenides, por entonces un completo desconocido, publica su primera novela, Las vírgenes suicidas. Lo publica y produce un big bang.

La idea -dijo el propio Eugenides en una entrevista con The Paris Review- se la dio de casualidad la niñera de su sobrino. Parece que la chica tenía un puñado de hermanas. Y todas habían intentado suicidarse en algún momento, siendo aún adolescentes. Cuando Eugenides preguntó por qué, la niñera solo respondió, “estábamos bajo mucha presión”.
Eugenides imaginó qué hubiera pasado si todas lo hubieran conseguido. Primero escribió un relato breve, en 1990, que publicó en la misma revista The Paris Review. Y tres años después, ensanchó la historia de las hermanas, cinco hijas del vacío existencial del suburbio norteamericano, y de la idea, siempre imperfecta, de la familia perfecta.

-¿Qué haces aquí? Si todavía no tienes edad para saber lo mala que es la vida, le preguntó a Cecilia el doctor Armonson, tras coserle los cortes que se había hecho en la muñeca la menor de las Lisbon.
-Está muy claro doctor que usted nunca ha sido una niña de trece años -le contestó Cecilia.

Ese diálogo, que con el paso de los años se convirtió en una de las frases célebres que aparecen miles de veces en las redes sociales por motivos menos trágicos, esconde el tono de la novela de Eugenides: melancolía, sátira negra, humor en medio del desamparo.

El título y el tema quizás provoquen escalofríos. Pero la literatura de Eugenides no es morbosa, no es acusatoria, no tiene ni un ápice de regodeo en el dolor. Lo que hizo que esta obra se transformara de la noche a la mañana en un clásico imprescindible es esa primera persona del plural que narra un tiempo (la adolescencia en los años 70), en un barrio residencial de Detroit, en los Estados Unidos, y que de la mano de los recuerdos, los rumores y los sentimientos de una comunidad por esas hermanas cautivantes, reconstruye no sólo lo que ocurrió con las Lisbon sino y sobre todo, el ominoso derrumbe de una época.

Gracias a ese estilo que parece beber un poco del realismo mágico de Gabriel García Márquez y otro poco de la astringencia de John Cheever, Eugenides le puso un apellido -Lisbon- a un malestar generacional. Y envolvió una época con sutiles signos de decadencia: la mosca del pescado que parecía ensañada en cubrirlo todo; la plaga del escarabajo holandés que terminó matando los olmos del barrio residencial; el vertido de fosfato en el río que convirtió al lago de la comunidad en una especie de ciénaga podrida que impregnaba el aire (“Las jóvenes que eran presentadas en sociedad se lamentaban de la desgracia que suponía tener que celebrar la fiesta justamente un año que todos recordarían por el mal olor”).

La tierra de los recuerdos suele ser un campo inflamado por la imaginación, ampliado por la evocación de los sentimientos. Los que narran la historia de las malogradas hermanas Lisbon, desde el suicidio de Cecilia, la más pequeña y la primera en quitarse la vida, hasta el adiós de todas ellas, son los hombres que fueron adolescentes cuando ocurrieron los hechos. Hombres que hoy, ya maduros, no pueden desprenderse de las imágenes de esas chicas tan hipnóticas como indescifrables: Cecilia (13 años), Lux (14), Bonnie (15), Mary (16) y Therese (17). Hombres que se hacen una pregunta que suele no tener respuestas: ¿por qué?

Para intentar entender de qué estaba hecha su desesperación, ese narrador plural reconstruye el pasado en cinco largos capítulos. Entrevistan a doctores, a ex amantes de Lux Lisbon, a los severos padres de las chicas, a vecinos curiosos que siempre espiaron por la ventana intentando entender qué ocurría en aquella casa. Atan cabos a partir de artículos, de fotos ya desteñidas, de informes médicos y policiales, de fragmentos de diarios, de restos ajados de aquel mundo en descomposición. Recuerdan. Rememoran ese tiempo fascinante y complejo que es la adolescencia.

Cuando Cecilia, la más joven, intentó suicidarse, las cinco hermanas fueron encerradas por su madre en una casa que se convirtió en su tumba. En menos de un año y medio, todas habían acabado con sus vidas: el monóxido de carbono de un auto, los somníferos, la cabeza dentro del horno o un salto por la ventana.

El propio escritor creció en un suburbio de Detroit en esa época, e insufló su libro no sólo del aire de aquellos años, sino de la materia confusa de la que está hecha la adolescencia.

Las vírgenes suicidas es una novela que marcó obras posteriores, pero que también bebe de algunas predecesoras. The New York Times señaló como referente inmediato Aquella noche (1987) de Alice McDermott: “No solo ambos libros comparten tema, sino también estructuras y métodos narrativos. Ambas novelas se centran en eventos que fracturan la conciencia de una comunidad entera en un antes y un después”. Y por supuesto, hay que agregarle al adolescente aturdido de El guardián entre el centeno, el clásico de J.D. Salinger, 1951), y también a las jóvenes confusas y con gusto por los ansiolíticos de El valle de las muñecas (Jacqueline Susann, 1966).

Pasaron 29 años desde que Eugenides creó a las chicas Lisbon. Y ahi siguen ellas, enigmáticas, deseadas, como siempre, suspendidas en esa tierra del Nunca jamás en la que se quedaron y desde la que siguen enamorando a sus vecinos ya crecidos. Y todo, contado por alguien que sí parece entender lo que es ser una niña de 13 años.

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Quién es Jeffrey Eugenides

Jeffrey Eugenides se toma las cosas con calma y aparece poco. Escribe aproximadamente cada 9 años. Y cuando lo hace, es todo un hecho. Es de esos autores que uno hace muy bien en seguir porque no sólo tienen siempre algo que decir, sino que lo dice con estilo, y con una voz sumamente propia.

Para ponernos más formales, hay que decir que Jeffrey Eugenides nació en Detroit, en 1960, que estudió en las universidades de Brown y Stanford; que es autor de cuatro aclamadas novelas, todas ellas publicadas por Anagrama: Las vírgenes suicidas, llevada al cine por Sofia Coppola; Middlesex, que obtuvo el Pulitzer 2003 y fue considerada una de las mejores novelas de las últimas décadas; La trama nupcial y Denuncia inmediata.

Haber nacido en 1960 en Detroit no es un dato menor. Por las calles de esta ciudad, ubicada en el mediooeste estadounidense, rodó el primer auto construido por Henry Ford; un presagio de las fábricas de automóviles que allí se establecerían y que darían empleo a miles de inmigrantes que estaban buscando el sueño americano. Sin embargo, durante las décadas siguientes, el lema que la ciudad adoptó en su fundación, “Esperamos mejores días, surgiremos de las cenizas”, se convirtió en un mal augurio.

Para 1958 las primeras fábricas comenzaron a cerrar y el desempleo y las tensiones raciales dieron paso a los disturbios de 1967 en los que murieron 43 personas y más de 2.000 edificaciones fueron destruidas. Todo eso vivió Eugénides de niño: “A menudo vuelvo a Detroit. Cuando vas a un lugar que se está cayendo a pedazos te llenas de un sentimiento trágico que habla no solo de ese sitio, sino de la vida misma. Durante mi infancia ese lugar se estaba viniendo abajo poco a poco. Vi cómo la ciudad se desmoronaba. Ahora el 40 % es terreno baldío. Es como si alguien hubiera borrado el lugar de donde vengo”.

Ese desmoronamiento, no podemos culparlo a él, es el sentimiento trágico que acompaña su literatura. Al fin y al cabo, las ciudades en las que vivimos, nos marcan de modo inexorable.

Cuando Eugenides apareció en el firmamento de los libros lo hizo de un modo tan contundente que su creación, las malogradas hermanas Lisbon, se convirtieron en una presencia que excedió los libros. No sólo porque Sofia Coppola se quedó tan prendada que decidió convertirse en directora de cine sólo por haber leído esta novela, sino porque estos personajes marcaron una generación. Y cuando el libro cumplió 25 años, en 2018, los diarios y suplementos literarios, le dedicaron largos artículos al libro en cuestión.

Sí, “Eugenides cuenta con la medalla de haber debutado en la cumbre con algo a lo que nada cuesta calificar de perfecto al redescubrir el suburbio -ese epifánico infierno chico como sitio de fracaso y redención con destellos casi mitológicos”, dice el periodista y escritor Rodrigo Fresán sobre el autor .

Para ponernos sumamente actuales y ubicarlo en el lugar político en el que él mismo se situa, hay que decir que el pasado 19 de agosto, Eugenides fue uno de los escritores que participaron del homenaje a Salman Rushdie, en las escalinatas de la Biblioteca Pública de Nueva York, y que leyeron parte del libro “Los versos satánicos”, por el que el Rushdie fue apuñalado.

Aparece poco, no da muchas entrevistas. Habla por sus obras. Todas magníficas.

1 thought on “Septiembre: “Las vírgenes suicidas”

  1. Federica says:

    No habia considerado los ecos de la obra de Marquez en el libro. Personalmente al leerlo, el libro me encapsulo en una burbuja de atención perpetua, tal como lo hace Marquez. Diría que sobre todo esta novela nos invita a la reflexión. Pone en la mesa muchas cosas interesantes- las apariencias, los falsos juicios basados en suposiciones, la familia, la opresión, por nombrar las más prominentes- pero, el aspecto más intrigante de la novela es la prosa misma. Tiene aspectos poéticos, un momento que se quedó conmigo es la imágen en torno a la decadencia de la casa junto a la de sus habitantes. Es oscuro, lleno de rincones y grietas para que los esqueletos y otras alimañas se escondan, las peores de ellas siendo las suposiciones suburbanas de una comunidad tradicionalista. Me gusto tanto que dedique una reseña en mi blog de libros a este, dejo el link por si a alguien le interesa seguir las reseñas (https://atrapadasentrepaginas2021.blogspot.com/2022/12/resena-y-recomendacion-las-virgenes.html ).

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